domingo, 29 de mayo de 2016

Educación pública con adoctrinamiento religioso


Por: Dante Bobadilla Ramírez

El Ministerio de Educación acaba de dar a conocer el nuevo Programa Curricular para la Educación Primaria, el cual se despliega en ocho áreas, incluyendo una de “Educación Religiosa”, que según el plan se ocupa de “promover y facilitar el desarrollo de competencias de los estudiantes en el catolicismo”. Luego añade que esas competencias son “construir su identidad como persona humana, amada por Dios, digna, libre y trascendente, comprendiendo la doctrina de su propia religión, abierto al diálogo con las que le son cercanas; y asumir la experiencia del encuentro personal y comunitario con Dios en su proyecto de vida”. Es decir, el Estado peruano asume las creencias de una fe particular y las imparte dentro de su currícula escolar a los niños de primaria entremezcladas con la enseñanza regular. Ni más ni menos. Creí que estas cosas ocurrían solo en países islámicos, pero no. Estamos casi al mismo nivel en lo que adoctrinamiento religioso infantil se refiere.

Esto, desde luego, resulta inaudito y condenable, desde un punto de vista racional. ¿Por qué el Estado se pone al servicio de la Iglesia Católica para difundir su doctrina en la escuela pública, de manera gratuita, además, disfrazándola como educación? Si bien el curso “Educación Religiosa” no es obligatorio en el papel, bien sabemos que en la práctica termina siéndolo por la presión que ejercen los maestros y directores, para no mencionar la previsible negativa de los padres ante un eventual pedido del niño para excluirse del curso. El escenario sociocultural de este país está ensamblado por la Iglesia, desde la Colonia, de tal manera que todo lleve hacia la religión desde la más temprana edad. Nadie tiene opción de salvarse. Decir que la educación religiosa es un curso “voluntario” cuando ya está dentro del plan curricular no es más que una trampa retórica y un saludo a la bandera. 

Hay dos preguntas centrales frente a esto. La primera ya ha sido planteada: ¿por qué el Estado actúa como parte de una iglesia y se pone a su servicio? La segunda es: ¿por qué mezcla la educación con el adoctrinamiento religioso? ¿No saben acaso nuestros brillantes expertos en educación lo nefasto que es para la mente de un niño inducirlo hacia el adoctrinamiento de una fe, pues termina percibiendo el mundo mitológico como parte de la realidad? Ya existen diversos y suficientes estudios que demuestran los efectos perniciosos del adoctrinamiento religioso en la formación mental de los niños y en su futuro como adultos. A estos niños y luego adultos les costará trabajo diferenciar la fantasía de la realidad, como usualmente ocurre con los creyentes que acaban finalmente sumidos no solo en creencias religiosas sino también en toda clase de cultos ridículos, supercherías místicas y mágicas, cumpliendo rituales absurdos y entregados al fetichismo de chucherías re todo tipo. Una situación que ya es de lamentar en nuestro país, donde se ha llegado al robo de cadáveres para satisfacer la demanda de la brujería.

El sentido y propósito de la educación en la escuela es transmitir conocimientos. Los valores son los que se experimentan como parte del proceso: puntualidad, orden, limpieza, respeto, etc. De ninguna manera puede considerarse el adoctrinamiento religioso católico como parte de la educación del Estado, y menos confundiéndolo con la enseñanza de la moral, que es otra forma en que pretenden camuflarlo. Nada tiene que ver la religión con la moral. Son dos cosas totalmente diferentes. La moral de una religión puede ser vista como aberración conductual desde otra perspectiva. Incluso la Iglesia Católica hoy vive sacudida por escándalos de inmoralidad en todas sus esferas. La moral de toda religión se sustenta en colocar a su dios imaginario por encima de todo, de la sociedad y de uno mismo. ¿Es eso moral? Esto se expresa en el lema de algunas instituciones como "Dios, patria, hogar". Es decir, un mero concepto imaginario y anacrónico acaba estando por encima de todo. Por eso no nos extraña que en otros lugares los fanáticos lleguen al homicidio colectivo y al suicidio en nombre de su dios. Los terroristas musulmanes ejecutan sus execrables crímenes al grito "Alá es grande". A eso lleva esta clase de moral religiosa que sobrepone su dios a todo. Para la moral religiosa se debe vivir para servir a Dios, para glorificarlo y obedecerlo, tal como conciben sus mandatos, lo cual tiene poco o nada que ver con el funcionamiento de una sociedad moderna, que tiene sus propios valores y metas en este mundo real. Esa concepción de la moral religiosa es absolutamente contraproducente para el progreso. 

Adoctrinar en el credo de una determinada religión no es papel que le compete al Estado y mucho menos a la escuela pública, que es pagada con los impuestos de todas las personas, incluyendo fieles de otras creencias así como ateos. ¿Por qué tendrán que perder horas de clase los niños que se excluyen de ese curso? Incluso los niños que serán adoctrinados en el credo católico perderán valiosas horas de clase. ¿Con qué objetivo? ¿Cuál será la utilidad real de formar más católicos en la escuela pública? A la luz de los resultados no parece que la profusión de cristianismo en este país haya servido de mucho. Estamos entre los países más religiosos del planeta, junto a los africanos y los de oriente medio, pero seguimos liderando el ranking en subdesarrollo, corrupción, mediocridad, delincuencia e ignorancia. Nadie me puede decir que en las calles de este país híper religioso repleto de cucufatería abunda la moral. Somos el país que menos donantes de órganos tiene y el que recauda menos en la Teletón. Esto quiere decir que los famosos "valores cristianos" de los que se jacta nuestra sociedad no les sirven ni siquiera para ayudar a los demás. No existe correspondencia en el grado de religiosidad y el nivel ético de la sociedad, con lo que ya es tiempo de descartar esos "valores cristianos" y la utilidad social de la religión.

Lo que los niños necesitan aprender son conocimientos sobre la realidad, no mitos. Para nada necesitan adentrarse en mitologías obsoletas y creencias propias de un mundo que quedó atrás hace cinco mil años, y que se mantiene precisamente gracias a esta maquinaria perniciosa de adoctrinamiento implacable, instituidas por la Iglesia con la complicidad del Estado. Los que deseen abrazar una fe tienen total libertad de hacerlo pero a la edad adecuada y en sus casas o las iglesias. La escuela pública no está para introducir a los niños en una fe. Se debe respetar la integridad mental de los niños y no contaminarlos con creencias y mitos a temprana edad.

En resumen, la escuela pública no puede colocarse al servicio de ninguna religión porque no es su función, no debe mezclar educación con adoctrinamiento -ni religioso ni político, como ocurre en Cuba y Venezuela- y no debe confundir religión con moral. La educación pública primaria no puede convertirse en semillero de una iglesia. Más aun, el Ministerio de Educación debería preocuparse de que la religión no sea impartida en ningún colegio ya que no forma parte de la educación. No debemos permitir que las religiones utilicen las escuelas como maquinarias de adoctrinamiento infantil. En un mundo donde los derechos humanos han cobrado relevancia, debemos colocar el derecho de los niños a vivir una vida libre del adoctrinamiento religioso por encima de ese supuesto y falso “derecho” de los padres a adoctrinar a sus niños. Y basta ya de poner al Estado al servicio de la Iglesia. Hay que proteger la integridad mental de los futuros ciudadanos, o nunca saldremos de la situación en que estamos.

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