viernes, 27 de marzo de 2015

Las falacias religiosas contra la Unión Civil


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Los debates políticos de resonancia mediática rara vez valen la pena en términos de argumentos. Casi siempre se desarrollan sobre creencias, prejuicios, falsos temores y desinformación. Se escucha harta charlatanería versada, es decir, gente que habla bien pero sin tener idea de lo que dice, solo buscando el efecto y la pose. Como señala Fernando Savater “el charlatán se despreocupa totalmente de cuál es la verdad sobre el asunto del que habla; es más, profiere sus pamplinas preocupado solo por el efecto que causa en los oyentes o por las ideas que estos pueden hacerse de él (quiere pasar por piadoso, elevado, sensible, un iniciado en los misterios del universo… ¡un amigo de la verdad!”. Es muy fácil reconocer a los charlatanes porque siempre apelan a las mismas falacias argumentativas ya clásicas. En el debate en torno a la Unión Civil de homosexuales hemos podido encontrar todo lo que acabamos de describir. Revisemos.

Una de las principales falacias de todo buen charlatán es que las mayorías concuerdan con su punto de vista. Es decir, la verdad y la justicia dependen de la opinión de las mayorías. Menuda lógica. No hace falta decir que las ciencias sociales no aprueban esa tesis. Léase a Gustav Le Bon o cualquier otro si no basta el sentido común y la cultura histórica para saber que las mayorías nunca han sido garantía de justicia, y mucho menos de verdad alguna.

Una falacia medieval aún vigente es citar a la Biblia como fuente de verdad. Eso ya ni siquiera alcanza el grado de racionalidad más elemental. La falacia de moda en estos tiempos es el catastrofismo: consiste en advertir las nefastas y terribles consecuencias que sobrevendrían de aprobarse la propuesta: las familias se destruirán, la sociedad se corromperá, llegará el Apocalipsis. Es decir, convencer a base del temor. Una vieja estrategia empleada por la Iglesia. Otra falacia es apelar a la defensa de “valores” abstrusos como la dignidad, el honor, la familia, la vida, etc. Es una variante del catastrofismo social aplicado a meros conceptos idealizados. No falta, por supuesto, la ofensa a Dios.

También existe el recurso de irse por las ramas para traer otro tema a colación, aparentemente conectado, para ponerlo sobre la mesa suplantando al tema original. Por ejemplo las adopciones, la familia natural, el incesto, etc. Pero quizá la falacia más común sea el de la conspiración mundial. Esa nunca falta. Hay una conspiración, un poder oculto, una agenda gay, un plan siniestro para apoderarse del mundo y de las sociedades, un lobby gay mundial, una especie de nuevo Vaticano que pretende imponer una “ideología de género” para dominar nuestras sociedades. Falacias ampliamente usadas en cualquier debate político y muy fáciles de reconocer.

Un último truco es desacreditar al oponente. Por ejemplo, llamándolo maricón. Como vemos, en el pleito (no debate) sobre la Unión Civil se han empleado todas las falacias y artimañas para oponerse a la ley sin ofrecer un solo buen argumento. Por mi parte solo he visto berrinches histéricos, traumas de fe, prejuicios ridículos y mucha ignorancia sobre la sexualidad humana en general y sobre homosexualidad en particular. En verdad yo no veo razón alguna para oponerse a algo tan simple como que dos personas que viven juntas puedan legalizar su unión de hecho, como ya ha ocurrido con otras.

lunes, 23 de marzo de 2015

Los pulpines de la iglesia


Este sábado se desarrolló en Lima una versión más de la famosa marcha religiosa conocida como "Marcha por la vida", organizada por diversos sectores cristianos de todos los colores, desde el Arzobispado de Lima con el mismísimo arzobispo Cipriani a la cabeza, hasta las mafias evangélicas de dudosa reputación, como la liderada por el cuestionado pastor José Linares Cerrón. Se trata de una marcha que ocurre en varios países del mundo desde hace más de una década, y cuenta con una muy amplia base de organismos dedicados a su difusión que incluye parroquias y colegios religiosos. Habría que decir varias cosas sobre esta manifestación de histeria religiosa colectiva en torno a supuestos valores.

En primer lugar es una manifestación que está muy bien camuflada bajo la dulce apariencia del amor a la vida. ¿Quién no estaría a favor de la vida? ¿No es ridículo hacer una marcha a favor de la vida? ¿Por qué no otra a favor de la felicidad o la alegría o el amor? Un marcha por la vida resulta en si misma una farsa evidente destinada al engaño de los tontos de siempre, los que creen en todos los cuentos de la religión y que lamentablemente no son pocos. Por supuesto que esta marcha organizada por la curia y los pastores evangélicos está adornada con todos los ingredientes de un cuento para niños: polos para la ocasión, pancartas con dulces mensajes, tunantes, etc. De hecho está repleta de niños, adolescentes y jóvenes que desfilan como si se tratara de un corso de carnaval. El 80% de la marcha la componen menores de edad que no tienen idea de por qué tienen que caminar 30 cuadras bajo el sol inclemente del verano, a 31º de calor, de la mano de sus padres. 

Pero claro que en esta ocasión nadie hablará de abuso infantil. Los padres han sido adiestrados por sus pastores para que vayan a la marcha "en familia". Por eso vemos infantes y niños caminando en la marcha con pancartas que no entienden. En esta ocasión nadie dice nada, pero cuando el SUTEP se lleva escolares para que apoyen sus marchas salta el griterío por la manipulación de los menores. Es la doble moral que tanto se le critica a la progresía, ahora convertida en la viga en el ojo de la iglesia. Desde luego que no hay nada más ridículo que ver a una fanática de la fe, enfundada en su polito de ocasión con el lema de la marcha por la vida, criticando a la progresía por imponer su pensamiento "políticamente correcto". Es bastante cómico. Y es que estos sectores extremos son tan parecidos entre si.

Los acólitos de Cipriani así como el manicomio evangélico en pleno afirman que su marcha llevó a medio millón de personas. Se sienten orgullosos de la proeza y pechan al progresismo por la magnitud de su marcha y el poder de convocatoria de sus líderes. Lo que no dicen es que el 80% de esa gente estaba compuesta por menores de edad, niños y adolescentes llevados por sus padres y escolares de colegios religiosos que acuden con maestros, además del personal religioso. Siempre están tratando de confrontarse con el progresismo y para ello recurren a todo, incluso la mentira.

Pero vayamos a la razón de ser de la marcha. ¿Qué se esconde detrás de ese ridículo pretexto de "la vida"? De lo que se trata en realidad es de imponer la ideología oficial de las iglesias cristianas, que se remontan a los tiempos de Abraham y son plenamente compartidas por todas las religiones de sus descendientes: el judaismo, el islam y el cristianismo. Son en esencia lo mismo. Se trata simplemente de la postergación de la mujer, su aniquilación como persona para convertirla en simple maquinaria reproductiva.  La mujer no existe ante los ojos de estas anacrónicas religiones que se fundan en el Talmud, la Biblia y el Corán. La mujer es un ser de segunda categoría creada por Dios solo para servir y satisfacer al hombre y perpetuar la vida. No tienen, por tanto, derecho alguno a oponerse al destino y misión que Dios les ha otorgado. Ni siquiera les está permitido usar métodos anticonceptivos.

El machismo es fruto de estas religiones y se hace patente en sus culturas. Afortunadamente en parte de Occidente ocurrieron algunas revoluciones exitosas que permitieron paulatinamente separar a la Iglesia del poder del Estado. Pero eso es apenas un detalle político muchas veces retórico. Lo real es que casi nada ha cambiado en nuestras sociedades. En el Perú diríamos que nada ha cambiado. El Estado peruano sigue siendo una marioneta de la Iglesia y está infectado por chiflados de la fe desde el Congreso hasta la presidenta de la PCM. Somos el octavo país más religioso del mundo, junto a los africanos y musulmanes. Nadamos en ignorancia, estamos en los últimos lugares de Latinoamérica en ventas y publicaciones de libros, ni siquiera tenemos buenas librerías (en provincias casi no existen), carecemos de ciencia y tecnología y lo único que parece florecer por todos lados son iglesias de toda clase, procesiones que acaban en descomunales borracheras y patéticas estatuas de vírgenes en los parques públicos. Somos un país primitivo sumergido en supercherías místicas, mágicas y religiosas de toda clase, y hay gente que se siente orgullosa de eso. 

La marcha por la vida es una comparsa ideológica que pretende sobrevalorar in extremis al "no nacido" y desaparecer a la mujer de la escena, como si no existiera. La adoración por el "no nacido" le niega a la mujer sus derechos más elementales, incluso su existencia. Ella tiene que resignarse a su condición de máquina reproductora, someterse a su destino de madre sin ningún tipo de consideraciones. No importa si su embarazo fue producto de una violación perversa o de una borrachera adolescente. No importa si se trata de una mujer pobre, violentada por un marido borracho quien luego la abandona en la orfandad con cinco hijos a cuestas, no importa, por último, si la mujer como persona no quiere ser madre por el solo hecho de su biología, que no quiera transformar su existencia radicalmente o que sepa que no tendrá condiciones para poder hacerse cargo de otra vida. En fin, no interesa nada, absolutamente nada. La mujer debe parir y ser madre. Es el totalitarismo intransigente y salvaje de una ideología religiosa que tiene 5 mil años postergando a la mujer y que hoy se defiende con canciones y flores.

La hipocresía y doble moral de estos sectores religiosos llega a apelar a la ciencia, nada menos. Se sabe que el 95% de estos chiflados de la fe rechazan la teoría de la evolución pero apelan a la ciencia para decir que el embrión tiene un ADN diferente al de la madre y por tanto no es su cuerpo y no puede decidir sobre otra vida. Bueno, con esa misma lógica la mujer no podría deshacerse de ningún parásito que infecta su cuerpo. Obviamente no basta un ADN para afirmar que estamos frente a un "ser humano". Pero es lo que nos dicen estos chiflados ignorando adrede el largo proceso de desarrollo que implica la formación de un ser humano, incluyendo el papel moldeador de la cultura, que es cuando el cerebro acaba por fin de asumir plenamente las formas humanas, lo que conlleva, lamentablemente, en la mayoría de los casos, alguna estúpida religión. 

El truco de sobrevalorar al "no nacido" para ignorar a la mujer, desaparecerla, seguir postergándola y marginándola en una cultura machista idiotizada con la fe, no debe ser admitido como recurso. La mujer es la vida real y el ser concreto que tenemos al frente y por el cual nos debemos preocupar. La mujer como persona tiene todos sus derechos y debe poder decidir no solo sobre su cuerpo sino principalmente sobre su vida y destino como persona. El totalitarismo religioso no debe imponerle a la mujer sus creencias ni sus valores ni mucho menos su agenda. Resulta decepcionante ver a tantos seudo liberales sirviendo como acólitos del totalitarismo religioso que en nada se diferencia de otros totalitarismos. No es posible condenar el totalitarismo de Estado cuando se trata del comunismo y aplaudirlo cuando se trata del Vaticano y la religión. 

Como liberal defiendo el derecho de las personas a tomar sus propias decisiones y me opongo a toda forma de imposición totalitaria de credos, ideologías y éticas. Las ideologías totalitarias son malas cualquiera sea su envase. Solo la mujer, como persona libre y autónoma, debe decidir sobre si misma y su cuerpo, dejando de lado alegatos absurdos de un machismo teológico que pretende reducirla, postergarla, desaparecerla, imponiendo meras abstracciones sobre su condición de persona real y concreta, en una clara contradicción de valores. No es posible preferir una abstracción a un ser vivo real, no es posible seguir sumidos en una ideología anacrónica que sigue invocando "la palabra de Dios" desde hace 5 mil años. Ya es tiempo de sacudirnos de este lastre cultural.