lunes, 24 de noviembre de 2014

La procesión del Señor de los Milagros


La procesión del Señor de los Milagros es el acto de devoción masivo más grande del Perú, habiéndose extendido ya hacia varias ciudades del planeta, donde residentes peruanos continúan con esta tradición, de modo que ha terminado convertida en una marca del Perú. Muchos sugieren promocionarla como atractivo turístico para una especie de circuito mundial de turismo religioso, si es que tal cosa existe. Para quienes andamos más preocupados por las cosas de este mundo, semejante expresión de fetichismo y superchería mística nos llama la atención. Algo deberíamos decir al respecto, aunque las masas se enerven.

Como toda forma de expresión religiosa, la procesión del Señor de los Milagros tiene orígenes bastante burdos. Surge durante la Edad Media en una Lima colonial que bullía en fervor religioso. La Iglesia Católica reinaba en los territorios conquistados y en poco tiempo impuso la fe cristiana en reemplazo de las creencias y tradiciones locales. La conquista española fue también -y básicamente- una conquista religiosa. La ciudad de Lima estaba repleta de capillas en cada una de sus pocas manzanas y ya habían caminado por sus calles santos como Rosa de Lima, Martín de Porres y Toribio de Mogrovejo. En esos días en Lima solo se respiraba fe religiosa. En medio de tal escenario los esclavos que llegaban de África vivían hacinados en las afueras de la ciudad.

Cuenta la historia que uno de estos esclavos había pintado a Cristo en un muro. Se trataba de un rústico mural con muy poco de arte puesto que no se trataba de ningún pintor. El 13 de noviembre de 1655 un terremoto sacudió Lima y Callao provocando el derrumbe de muchas viviendas. Sin embargo, el muro en que estaba pintado Cristo quedó intacto, hecho fortuito que inmediatamente fue interpretado por los esclavos como "milagro". Enseguida empezó una especie de histeria colectiva que llevó a la adoración de la imagen, lo que causó el malestar de las autoridades eclesiásticas que incluso ordenaron borrar la imagen y dispersar a los idólatras. Pero ante las protestas no se pudo cumplir tal cometido. A partir de allí la historia es una sucesión de eventos de fe con testimonios de sanación por obra de la imagen. Paulatinamente se instaura la devoción hasta que la imagen es trasladada a un lienzo para ser paseada en procesión, en particular ante cada nuevo terremoto, como el ocurrido el 28 de octubre de 1687 que volvió a desolar Lima y Callao, la cual fue barrida nuevamente por un maremoto. Desde entonces se convirtió en la fecha oficial del Señor de los Milagros. Hoy se le venera durante todo el mes de octubre.

Aunque los historiadores europeos sitúan el final de la Edad Media justo en el descubrimiento de América, lo cierto es que para esta parte del mundo la Edad Media recién empieza en dicha fecha. En Europa el descubrimiento de América fue producto de nuevas ideas acerca del mundo. Tras los viajes de Colón y el establecimientos de nuevas rutas por el mundo, el pensamiento europeo tuvo también vías renovadas para discurrir, dando lugar al Renacimiento. Pero tal fenómeno es solo Europeo ya que en América con la llegada de los conquistadores nacía más bien la Edad Media. Las colonias españolas fueron recubiertas con un manto de religiosidad absoluta, sus ciudades se extendían alrededor de una catedral, llenándose de iglesias y capillas menores en cada manzana. La devoción religiosa dio paso a la aparición de santos, mitos y rituales. El Tribunal de la Santa Inquisición o del Santo Oficio se creó apenas en 1570, solo 35 años después de la fundación española de Lima y su misión fue combatir cualquier creencia ajena a la fe católica y perseguir a los impíos. Fue una época de terror religioso muy similar al que hoy observamos en oriente medio a cargo de ISIS y otras sectas fanáticas del Islam. Sin duda podemos afirmar que la Iglesia Católica fue pionera del terrorismo religioso.

La procesión del Señor de los Milagros corresponde a esa época tenebrosa de imposición fanática de una fe a toda la población. Lo penoso es que la tradición continúa vigente. Se podría decir pues que, en cierto sentido, la Edad Media no ha terminado en el Perú. El escenario de la religiosidad ha sufrido pocos cambios en los últimos cuatro siglos a pesar de la aparición de la ciencia y de los modernos estados laicos y liberales. Es obvio que las transformaciones del mundo inciden muy poco en el mundo de las creencias místicas, donde el tiempo parece no transcurrir. Las creencias cristianas siguen exactamente iguales al cabo de dos mil años de evolución cultural. Pero cabe anotar que las creencias religiosas a las que el mismo Cristo se adhirió ya pertenecían a casi dos milenos antes, es decir a la época de los primeros faraones y a los días del resplandor de Babilonia y Nínive. Esto quiere decir que las creencias religiosas -que hoy siguen vigentes en gran parte- pueden rastrearse hasta cinco mil años atrás, si no antes. Es probable que sus orígenes se pierdan en la noche de los tiempos allá por los albores de la civilización, hace diez mil años. Todo lo que han hecho es ir transformándose según la época y el nuevo rumbo que trazaba un líder tratando de adecuarlo a las necesidades de un pueblo.

En estos diez mil años las creencias religiosas han estado cambiando en el mismo sentido místico, reinterpretadas por determinados profetas o reformistas, tales como Cristo, Mahoma, Calvino, Lutero y muchos otros. Hasta nuestros días no cesan de aparecer profetas bíblicos que tienen su particular visión de las creencias y que encandilan a las personas con su mensaje. Las religiones se han multiplicado y el mismo cristianismo se ha ampliado y dividido en multitud de versiones. Sin duda no es posible que todas estas formas religiosas tengan la razón. No basta con la fórmula conciliadora de que todos oran al mismo dios. Ni siquiera eso es cierto. Cada grupo ha fabricado un dios diferente y entiende la Biblia a su manera. Muchos de estos nuevos grupos cristianos precisamente condenan las procesiones como un acto de fetichismo e idolatría. Llaman a los católicos "adoradores de yeso".

La procesión del Señor de los Milagros está a punto de cumplir 4 siglos de vigencia y ahora se ha extendido a varios países. ¿Es esto una buena noticia? No lo creo. Ni aun si fuera cierto que pudiera convertirse en atractivo turístico. La vigencia de esta procesión es una mala noticia porque mantiene a la sociedad en la Edad Media, siguiendo rituales primitivos propios de una época de sumisión a la Santa Inquisición, aun cuando esta ya no existe. Es una tradición que promueve la superchería mágica al atribuirle condiciones de "sagrada imagen" y la virtud de "milagrosa" a un simple cuadro de mala calidad. Evidentemente no tiene nada de sagrada y mucho menos de milagrosa, pero la imagen es paseada sobre una pesada anda de madera, la que debe ser cargada por miembros de una hermandad, quienes se disputan ese privilegio y se lo conceden a quienes consideran digno.

Cuando esta imagen sale a las calles el fervor histérico se apodera de sus seguidores y son capaces de andar descalzos, de rodillas y someterse a penitencias absurdas. Hay gente que llora y se desmaya, incluso se han producido muertes debido a paros cardíacos motivados por la emoción. Pero el efecto más nefasto en estos tiempos es la parálisis del tránsito de la ciudad en horas punta. Los creyentes no están dispuestos a ceder un ápice en su tradición. Para la secta de creyentes en esta procesión, es una blasfemia y una herejía cuestionar la tradición y tramar en contra del "Cristo morado", que es el color típico de esta festividad. La fuerza de su número les confiere a estos fanáticos una autoridad superior a cualquier representante de la ley y el orden. Hasta el mismo presidente de la república sale de su palacio al encuentro de esta imagen y se hinca de rodillas para luego cargar las andas. Los miembros del Congreso tampoco pierden la ocasión de salir de sus curules y abandonar el hemiciclo para rendir homenaje a la imagen en andas. Las instituciones públicas como colegios, ministerios, hospitales e institutos armados también le rinden homenaje y la llenan de condecoraciones. La histeria es oficial y total.

Lima en octubre es presa de la más anacrónica forma de religiosidad y una especie de estupidez colectiva se apodera de las masas. Pese a la libertad de expresión nadie se atreve a poner en duda esta salvaje manifestación de fe que invade todos los espacios colapsando una ciudad ya colapsada. Para colmo, es llevada a los niños de los hospitales a quienes no solo se les engaña con la falsa esperanza de una sanación milagrosa sino que se les inocula el virus de la fe. En los colegios religiosos los escolares son obligados a representar la procesión del Señor de los Milagros vestidos con los tradicionales hábitos morados. De este modo la religión se asegura de perpetuar eternamente esta rústica expresión propia de esclavos salvajes de la Edad Media, temerosos de sus propias creencias primitivas frente al rigor de la Santa Inquisición. Ya es tiempo de que empecemos a cuestionar esta ridícula expresión de superchería mística.

4 comentarios:

  1. El problema no es que a algunos les de un paro cardíaco, es que no les da un paro cardíaco a la mayoría de ellos, ya muertos no friegan ni atascan el tráfico.
    La procesión es una feria ambulante, desordenada, hascinada, sucia, digna de la Edad Media.

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  2. No entiendes, ni podrás entender, porque eres ateo, así de simple......Por lo tanto, no hables de lo que no conoces, y que tampoco está en tu entendimiento.

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    1. No se trata de entender, muchas personas que trabajan en horas puntas también fueron perjudicados por las procesiones, y esas personas no eran ateas necesariamente. ¿Y eso algún fanático lo entiende?

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    2. Sólo ppr eel tráfico? No soy fieel del santo ,peroo en serio por el tráfico a hora punta es que naace tu crítica??

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