lunes, 26 de enero de 2015

Las 12 peores ideas de la religión


Fuente original: Alternet

Estos doce conceptos heredados de la religión promueven conflictos, la crueldad, el sufrimiento y la muerte en lugar de amor y paz. Parafraseando a Christopher Hitchens, pertenecen al basurero de la historia.

El pueblo elegido - La idea del "Pueblo Elegido" típicamente se refiere a la Biblia hebrea y la tesis de que Dios ha dado a ciertas tribus una tierra prometida (a pesar de que ya están ocupadas por otras tribus). Pero en realidad muchas sectas avalan alguna versión de este concepto del pueblo elegido. El Nuevo Testamento identifica a los cristianos como los elegidos. Los calvinistas hablan de "los elegidos de Dios", y creen que ellos mismos son los pocos seres especiales que fueron elegidos antes del principio de los tiempos. Los Testigos de Jehová creen que 144.000 almas obtendrán un lugar especial en la vida futura (la otra "vida" o vida después de la muerte, por paradójico que suene). En muchas culturas se creía que ciertos linajes privilegiados y poderosos descienden directamente de los dioses (en contraste con todos los demás). Estas ideas son la base del sectarismo tan extendido.

Las sectas religiosas son inherentemente tribales y distintivas, y están en competencia por hacer afirmaciones excluyentes de la verdad y con la promesa de bendiciones o recompensas de la "vida futura" que ninguna otra secta competidora pueda ofrecer. Tienen "símbolos de pandillas", como cortes de pelo o barba especiales, vestimenta particular, señales de mano, una jerga particular que los diferencia de los demás y, sutilmente (o no tan sutilmente), transmiten siempre que ellos son inherentemente superiores a los demás, que poseen la verdad, conocen la verdadera voluntad del Señor o poseen las verdaderas escrituras. En suma, tienen algo que los demás no.

Los herejes.- Los herejes, kafir, o infieles (para usar el término medieval católico) no son sólo los extranjeros, son los moralmente sospechosos y, a menudo, vistos como humanos inferiores. En la Torá, los esclavos tomados de entre los forasteros no merecen la misma protección que los esclavos hebreos. Los que no creen en un dios son corruptos, hacedores de actos abominables. "No hay nadie [entre ellos] que hace el bien", dice el salmista.

El Islam enseña el concepto de "dimmitud" y establece normas especiales para la subyugación de las minorías religiosas, con los monoteístas mereciendo un mejor trato que los politeístas. El cristianismo mezcla los conceptos de incrédulo y malvado. En última instancia, los herejes son una amenaza que necesita ser neutralizada por la conversión, la conquista, el aislamiento, la dominación, o en el peor de los casos el asesinato en masa.

Guerra Santa.- Si la guerra puede ser santa, todo vale. La Iglesia Católica Romana medieval llevó a cabo una campaña de veinte años de exterminio contra los heréticos cristianos cátaros en el sur de Francia, prometiendo sus tierras y posesiones a los cristianos verdaderos que firmaran como cruzados. Los musulmanes suníes y chiíes se han matado entre sí durante siglos. Las escrituras hebreas cuentan batallas tras batalla sus guerras donde Dios, el Señor, les ayuda no sólo a la derrota sino al exterminio de tribus de pastores que ocupan su "tierra prometida". Como en las guerras santas posteriores, y como en la actual de ISIS, la sanción divina es que se asesinen a los ancianos y a los niños, que se quemen los huertos, que se tomen a las hembras vírgenes como esclavas sexuales, y todo eso se ejecuta conservando un sentido de superioridad moral avalado por Dios.

Blasfemia - La blasfemia es la noción de que algunas ideas son irrefutables, están fuera del alcance de toda crítica, de toda sátira, del debate, o incluso de que sea revisada. Por definición, la crítica de estas ideas es una barbaridad, y es precisamente por esto que la blasfemia evoca en los creyentes esta emoción -indignación- tan profunda e intensa. La Biblia prescribe la muerte para los blasfemos; el Corán, en cambio, no lo hace, pero la muerte a los blasfemos se convirtió en parte de la sharia en la época medieval.

La idea de que la blasfemia debe ser prevenida o vengada ha causado millones de muertes durante los siglos y un sinnúmero de otros horrores. Mientras escribo, el bloguero Raif Badawi espera una ronda tras ronda de flagelación en Arabia Saudita -1000 látigos en series de 50- mientras que su esposa e hijos claman desde Canadá para que la comunidad internacional haga algo.

Sufrimiento glorificado - Recuerda a sociedades secretas de monjes que disfrutan de la flagelación sobre sus propias espaldas. La imagen que viene a la mente es, probablemente, de la novela de Dan Brown, El Código Da Vinci, pero la idea real no es la que esta nos plantea. Una premisa central del cristianismo es que la tortura piadosa -solo si es suficientemente intensa y prolongada- puede de alguna manera reparar el daño hecho por el mal o la conducta pecaminosa. Millones de crucificados ensucian el suelo del mundo como testimonio de esta ridícula creencia. Los musulmanes chiítas se flagelan a sí mismos con látigos y cadenas durante la Aashura, una forma de sufrimiento santificado llamado Matam que conmemora la muerte del mártir Hussein. La autoprivación en forma de ascetismo y el ayuno son parte de ambas religiones orientales y occidentales, no sólo porque la privación induce estados alterados, sino también porque la gente cree que el sufrimiento nos acerca a la divinidad.

Nuestros antepasados ​​vivieron en un mundo en el que el dolor llegaba espontáneamente, y la gente tenía muy poco poder para controlarlo. Una aspirina o un cojín térmico habría sido un milagro para los escritores de la Biblia, el Corán, o la Gita. Enfrentados al sufrimiento incontrolable, la mejor idea que podía ofrecer la religión era apoyarse en lo espiritual, descartar el dolor carnal para priorizar un sentido espiritual de la existencia, esperar un trance místico que lo aleje del dolor. El problema, por supuesto, es que al glorificar el sufrimiento -convirtiéndolo en un bien espiritual- mucha gente buena ha estado más dispuesta a infligir dolor no sólo a ellos mismos sino a sus enemigos, incluso también a los que están indefensos, como los enfermos o moribundos (como en el caso de Madre Teresa y los Obispos de América ) y niños (como en los niños castigados por el Movimiento Patriarcal).

La mutilación genital - Las personas primitivas han utilizado las cicatrices de cortes en la piel y otras modificaciones corporales para definir su pertenencia tribal durante todo el tiempo que registra la historia. Pero la mutilación genital permitió a nuestros antepasados ​​varias ventajas adicionales, si se quiere llamarlo así. La circuncisión infantil en el judaísmo sirvió como signo de pertenencia tribal, pero la circuncisión también sirve para poner a prueba el compromiso de los conversos adultos. En una historia de la Biblia, un cacique se compromete a convertirse y presentar su clan al procedimiento como una muestra de compromiso con un tratado de paz. (Mientras los hombres yacían incapacitados por el dolor, toda la tribu es asesinada por los israelitas.)

En el Islam, la circuncisión masculina dolorosa sirve como un rito de paso a la edad adulta, como la iniciación en un club de poderosos. En contraste, en algunas culturas musulmanas cortando o quemando el clítoris y los labios vaginales femeninos se establece ritualmente la sumisión de la mujer al reducir su excitación sexual. Se estima que 2 millones de niñas al año se someten al procedimiento, con consecuencias que incluyen hemorragia, infección, dolor al orinar e incluso la muerte.

El sacrificio de la sangre - En la lista de las peores ideas de la religión, esta es la única que parece estar en sus etapas finales. Los hindúes son una de las pocas religiones que aun siguen el sacrificio de animales a una escala masiva .

Cuando nuestros ancestros cortaban la garganta de seres humanos o animales o sacaban sus corazones y enviaban el humo de los sacrificios al cielo, muchos creían que estaban alimentando literalmente a los seres sobrenaturales. Con el tiempo, en la mayoría de las religiones, la razón de ser de los sacrificios ha cambiado, los dioses no necesitan alimentación tanto como signos de devoción y penitencia. El sacrificio de niños en la Biblia hebrea (sí, está allí) normalmente tiene esta función. La fijación persistente del cristianismo en la expiación por la sangre -la idea de Jesús como la del cordero sin mancha, la última "propiciación" para el pecado del hombre- es la esperanza de que sea el último sacrificio de la larga fascinación de la humanidad por el sacrificio de la sangre.

Infierno - Ya sea que estemos hablando de cristianismo, el islam o el budismo, la "otra vida" llena de demonios, monstruos y tortura eterna fue la peor pesadilla que pudieron concebir las mentes en la Edad de Hierro y que las mentes medievales pudieron elaborar. Inventado, tal vez, como un medio para satisfacer el deseo humano de la justicia, el concepto de infierno degeneró rápidamente en una herramienta para coaccionar el comportamiento con las creencias.

La mayoría de los budistas ven el infierno como una metáfora, un viaje hacia el mal dentro de uno mismo, pero las descripciones de torturas de monstruos y niveles del infierno llegan a ser bastante explícitos. Del mismo modo, muchos musulmanes y cristianos se apresuran a asegurar que se trata de un lugar real, lleno de fuego y de la angustia de los no creyentes. Algunos cristianos han ido tan lejos como para insistir en que los gritos de los condenados pueden ser escuchados desde el centro de la Tierra o que la observación lejana de sus angustias será uno de los placeres en el paraíso.

Karma - Como el infierno, el concepto de karma ofrece un incentivo egoísta por su buen comportamiento -volverá a ti más tarde- pero tiene enormes costos. El principal de ellos es un enorme peso de la pasividad cultural frente a un daño y sufrimiento. En segundo lugar, la idea de karma santifica la amplia práctica humana de culpar a la víctima. Si lo que va vuelve, entonces el niño discapacitado o el enfermo de cáncer o los pobres deben haber hecho algo, ya sea en esta vida o en una anterior, que los regresó a esa posición por sí mismos.

Vida Eterna - Para nuestros agotados y harapientos antepasados, la idea de paredes con gemas incrustadas, calles de oro, fuente de la juventud o una eternidad de coros angelicales (o el sexo con vírgenes) puede haber parecido la felicidad pura. Pero no se necesita mucho análisis para darse cuenta de lo rápido que se convertiría el paraíso en un eterno infierno -una repetición sin fin que nunca cambia- porque ¿cómo podría cambiar si es perfecto?

La verdadera razón por la que la noción de la vida eterna es un mal invento es el grado en que disminuye y degrada la existencia en el plano terrenal. Con los ojos levantados al cielo, no podemos ver la belleza existente bajo nuestros pies. Los devotos creyentes ponen toda su energía espiritual en prepararse para un mundo futuro en vez de apreciar y disfrutar el precioso mundo real que tenemos.

Propiedad masculina de la fertilidad femenina - La noción de la mujer como yeguas reproductoras y de los niños como bienes económicos probablemente no se originaron con la religión, pero la idea de que las mujeres fueron creadas para este propósito y que si una mujer muere al dar a luz es porque "fue creada para eso", sin duda proviene de la religión. Las religiones tradicionales concuerdan al afirmar que los hombres tienen un derecho ordenado por Dios para tomar a la mujer en matrimonio, llevarlas a la guerra, excluirlas del cielo y matarlas si el origen de su descendencia no se puede asegurar. De ahí que el catolicismo adopta una obsesión maniática con la virginidad de María y con las mujeres mártires, excluidas de todo goce sexual.

Bibliolatría (también conocido como culto del libro) - Gente ignorante dictó sus visiones y conjeturas sobre los dioses y su bondad por medio de la tradición oral, y crearon ídolos y objetos hechos de piedra y madera para canalizar su devoción. Sus nociones de lo que era bueno y lo que era real y cómo vivir moralmente en comunidad y entre sí, eran libres de evolucionar a medida que la cultura y la tecnología cambiaban. Pero el advenimiento de la palabra escrita cambió eso. Como nuestros antepasados ​​de la Edad de Hierro registraron sus ideas en textos sagrados, estos textos les permitieron la comprensión de sus dioses pero a la vez se convirtieron en una visión estática. Los textos sagrados del judaísmo, el cristianismo y el Islam prohíben la adoración de ídolos, pero con el tiempo los textos mismos se convirtieron en ídolos, y la adoración que muchos creyentes modernos practican hoy hacia el "libro sagrado" se conoce como bibliolatría.

"Debido a que la fe del Islam es perfecta, no permite ninguna innovación a la religión", dice un joven musulmán al explicar su fe en línea. Su declaración revela una falta ingenua de información sobre el origen de sus propios dogmas. Pero en términos más generales, esto resume el desafío que todas las religiones enfrentan para avanzar. Imagínese si un físico dijera, "Debido a que nuestra comprensión de la física es perfecta, no se permite ninguna innovación en el campo."

Los fieles que piensan que su fe es perfecta, no sólo son ingenuos o mal informados. Ellos sufren de una parálisis de su desarrollo, y en el caso de las principales religiones del mundo, estas permanecen ancladas en la Edad de Hierro, en una época de violencia, de esclavitud, desesperación y muerte prematura.

Irónicamente, la mentalidad de que nuestros textos sagrados son perfectos traiciona las inquietudes originales que llevaron a nuestros antepasados ​​a escribir esos textos. Cada uno de los hombres que escribieron parte de la Biblia, el Corán, o Gita tomó su tradición recibida, lo revisó, y ofreció su mejor articulación de lo que es bueno y verdadero para su tiempo. Podemos honrar las inquietudes espirituales de nuestros antepasados , o podemos honrar sus respuestas, pero no podemos hacer ambas cosas a la vez.

Apologistas religiosos a menudo tratan de negar, minimizar o justificar los pecados de sus Sagradas Escritura y los males perversos de la historia religiosa. "En realidad no era esclavitud." "Eso es sólo el Antiguo Testamento." "Él no quiso decir eso." "Tienes que entender lo malos que eran sus enemigos". "Esas personas que hicieron daño en el nombre de Dios no fueron realmente [cristianos / Judios / musulmanes] ". Tales excusas pueden ofrecer consuelo, pero negando los problemas estos no se resuelven. Muy por el contrario, el cambio viene con la introspección y conocimiento, la voluntad de reconocer nuestras faltas y defectos al mismo tiempo abrazar nuestras fortalezas y potencial de crecimiento.

En un mundo que está lleno de seres humanos armados con bombas caseras y ametralladoras y armas nucleares y aviones no tripulados, no necesitamos defensores del status quo de la religión, necesitamos una reforma real, tan radical como la del siglo 16 y mucho, mucho más amplia. Es sólo mediante el reconocimiento de las peores ideas de la religión y sus consecuencias funestas que tendremos alguna esperanza de llegar a algo mejor.

jueves, 22 de enero de 2015

Dios es una discusión inútil


La mayor parte de los debates en que me veo envuelto con los creyentes gira obsesivamente en torno a la existencia de Dios, como si hubiera manera de probar su existencia. No la hay. Y el recurso infantil de pedir pruebas en contrario, es decir, probar que no existe es un absurdo. No hay que probar que algo no existe sino que sí existe. Los creyentes suelen presentar como pruebas hechos curiosos que han vivido o experimentado interiormente, pero que en ningún caso prueban nada. A lo sumo, se trata de coincidencias curiosas o fenómenos psicológicos internos perfectamente explicables. Los argumentos que emplean los creyentes para explicar los hechos de la realidad carecen de sentido lógico, son siempre adaptaciones caprichosas para justificar la intervención de un ser superior, tanto si los hechos ocurren como si no ocurren, o si son buenos o malos, siempre tienen una justificación que, desde luego, no hay forma de probar. Todo queda en el limbo de la fe y de la charlatanería.

Otro recurso muy empleado es citar a científicos creyentes, tratando de mostrar que su creencia no es algo descabellado, lo cual nuevamente es una falacia. Un científico gana prestigio por sus aportes muy concretos a la ciencia y no por sus creencias. Más allá de estudiar un aspecto concreto, como por ejemplo las bacterias bajo un microscopio, sigue siendo un ser humano común y corriente. Muchos científicos son unos perfectos idiotas fuera de su campo específico de trabajo. De otro lado cabe mencionar que cada vez hay menos científicos creyentes. Son muy malas noticias para los creyentes que se escudan detrás de los científicos. Dependiendo del campo específico y del país de procedencia, los científicos creyentes suelen estar entre el 7% al 40% en el peor de los casos. Y en este porcentaje se incluye a quienes no creen en Dios sino en alguna "fuerza especial" que ni ellos mismos saben explicar y que no coincide con las visiones de ninguna religión.

De otro lado, existen numerosas maneras de desvirtuar las ideas sobre Dios, empezando por perseguir el origen de esta idea en el pasado remoto, tal como lo han hecho las ciencias cognitivas. Se trata de una idea primitiva que ha sufrido una gran evolución a lo largo de los últimos diez mil años, desde los innumerables dioses que servían como explicación del mundo hasta el último dios que hoy aun queda para el beneplácito de miles de millones de personas que no hallan otra manera de entender la realidad. La idea de dios tiene una historia evolutiva que la explica por si sola. Hoy mismo existen diversas ideas de Dios. Cada religión del mundo tiene la suya y, más aun, podríamos decir incluso que hasta cada persona tiene su propia idea. De manera que resulta muy evidente que la idea de Dios es una idea humana que viene dando vueltas en las diversas culturas desde tiempos remotos.

La idea de una fuerza invisible que mueve las cosas ha estado a la mano desde que el ser humano inició sus primeros esfuerzos por entender el mundo. Es una idea que calza muy bien con la lógica humana, por lo que es bastante natural. Esta fuerza natural invisible fue llamada "ánima" por los griegos, de lo que derivan las palabras animal, animado, animación, etc. Pero la idea es mucho más antigua y ha recibido numerosos nombres. Otra idea similar es otorgarle una personalidad a dicha fuerza, de lo que resultan una gran variedad de entes imaginarios como gnomos, duendes, hadas, etc. Y posteriormente saldría la idea de dioses. Las culturas antiguas tenían una gran variedad de dioses y otra clase de entidades imaginarias que formaban parte de la vida. Paralelamente existían cultos a objetos sagrados como los astros, los fenómenos atmosféricos, los animales, etc.

Toda la riqueza imaginativa de los seres humanos formaba parte de su cultura y sus cultos en una especie de armonía feliz. Durante la época romana cada casa tenía sus propios dioses y hasta había seres divinos para cada habitación. El mundo humano estaba poblado de seres imaginarios que les hacían la vida más llevadera y entendible. Nadie se tomaba a pecho a sus dioses. Eran una especie de mascotas de la casa. Algo muy distinto ocurría con los cristianos. Estos sí que se tomaban a pecho a su dios y hasta se mataban por él. Sectas cristianas proclamaban ser los verdaderos herederos de la palabra de Dios. Tenían textos sagrados que les revelaban la verdad divina. Eran fanáticos.

Los cristianos fueron perseguidos por herejes y terroristas. Creían en un solo Dios y en un mensaje divino que se lo querían imponer a todos como la verdad, la única verdad, y derribaban santuarios y templos dedicados a los dioses paganos del pueblo. Ellos tenían una "verdad" y un "dios verdadero". Eso era toda una novedad en el mundo. Constantino decidió adoptar el cristianismo y convocó a las sectas cristianas más ruidosas y activas. Como era imposible lograr que estos se pusieran de acuerdo, lo que hizo fue imponer un credo y elegir los textos del evangelio que creyó más convenientes. En buena cuenta, la organización del cristianismo en la forma mayoritaria que hoy tiene se debe a una imposición imperial que incluyó novedades al margen de la Biblia y los evangelios, como designar el domingo al descanso y señalar el 25 de diciembre como fecha de la Natividad. Ambos en mérito al dios Sol que Constantino adoraba.

Las consecuencias más nefastas de la idea de Dios han sido, sin ninguna duda, las religiones. Desde el momento en que la custodia de la fe popular fue encargada a una burocracia que dependía de esa fe para subsistir, las cosas se transformaron radicalmente. La religión se convirtió en una organización política que detentaba el poder de manera directa o indirecta, además de riquezas. Y como el poder corrompe, la religión acabó corrompida. Esto llevó a la perdición de la religión provocando cismas, protestas reformistas y nuevas religiones. La idea de Dios ha sido sostenida y administrada por la burocracia religiosa como le ha convenido a esta, y el "mensaje divino" estuvo adaptándose a cada época y necesidad. No hay pues absolutamente nada sagrado ni trascendental en todo este mundillo de la fe y de las religiones. Todo es muy humano, incluyendo a las masas de fanáticos seguidores.

Pero sin duda el aporte más nefasto de las religiones ha sido la instauración de cultos y tradiciones sociales que ayudan a perpetuar el poder de la religión. No solo han ido por todo el mundo capturando mentes para imponer su fe a sangre y fuego, tirando al tacho las religiones nativas en una tarea de conquista vulgar, sino que se han asegurado de perpetuar su poder organizando la vida de las personas. Así es como se han asegurado de que los niños reciban el bautismo lo antes posible, con una serie de ideas muy convenientes para tal fin, como el pecado original. No deja de ser sorprendente que en pleno siglo XXI aun exista gente creyendo en el pecado original, la salvación del alma y la vida eterna, como si nada hubiera cambiado desde la Edad Media. Esto solo nos muestra el poder que tiene la prédica religiosa y el mecanismo perverso del adoctrinamiento en el hogar. 

Se han levantado banderas en defensa de ciertas libertades y derechos para asegurarse de que los mecanismos perversos de adoctrinamiento infantil estén garantizados. Se habla del "derecho de los padres" a inculcar en sus hijos sus creencias religiosas. Se ha convertido la fe en virtud. Es decir, la necedad y la tozudez de creer en algo solo porque si, es una virtud, porque así lo dice la jerarquía eclesiástica. Muy conveniente para ellos. Asimismo se considera una cualidad ser una persona creyente y se admiran las expresiones de fe, por histéricas y huachafas que sean. Se ha vinculado mañosamente a las religiones con preceptos de moral convenciendo a la gente de que la religión es fuente de moral, al punto de que se acusa a los ateos de inmorales, solo por ser ateos. Los rezagos del viejo orden feudal en que la religión regentaba el poder han sido perpetuados mediante ceremonias oficiales como la juramentación y los santos patrones, incluyendo símbolos del Estado como el himno y otros.

Toda esta enorme maquinaria de manipulación mental pasa totalmente desapercibida ante los ojos de las personas que viven inmersas en la cultura de la fe, y que son víctimas de ella. Son infectados con el virus apenas nacen. Luego defenderán absurdas tesis como "toda persona necesita creer en algo" sin percatarse de que han sido inducidos a creer en eso. A todo esto hay que sumarle las verdaderas necesidades psicológicas que la mayoría de la gente experimenta, tales como la necesidad de apoyo, la de seguridad interior y afecto, cuestiones que se habitúan a recibir desde su amigo imaginario llamado Dios, en un mundo problemático donde es difícil hallar una persona confiable de carne y hueso, aunque se trate de un mundo repleto de gente de fe.

Finalmente, en un mundo donde las religiones han caído en el desprestigio y hay una verdadera explosión de sectas novedosas disputándose a los incautos y necesitados de Dios, lo mejor que pueden hacer las personas es vivir como si Dios no existiera. Deberían aprender a vivir confiando en sí mismos sin esperar la ayuda del cielo, hacer el bien porque así lo dicta la ley y la razón y no porque lo manda un texto sagrado o en espera de una recompensa divina, deberían actualizar su pensamiento a las ideas de la modernidad porque toda sociedad evoluciona, en lugar de pretender imponer las ideas y preceptos de unos libros escritos hace milenios. Deberían ocuparse en aprender y conocer mejor este mundo y la realidad que les rodea en lugar de sumergirse en los textos anacrónicos de un libro que solo sirve para guardarlo en el museo. Deberían tratar de realizarse plenamente como personas en lugar de limitarse con la esperanza de ser recompensados en otra vida. Y sobre todo, deberían preocuparse en buscar soluciones realistas a sus problemas en lugar de dedicarse a orar y al culto de la adoración, que son las tareas más ociosas y absurdas inventadas por la humanidad. Ningún ser superior sería tan imbécil para pretender que sus criaturas se pasen la vida adorándolo. Y esta es finalmente la prueba final de que Dios no es más que el reflejo de la humanidad, de sus necesidades y esperanzas así como de sus limitaciones y miserias.