domingo, 8 de febrero de 2015

Por qué combatir a la religión


En un mundo donde los valores han sido sistemáticamente invertidos durante siglos para preservar una cultura de dominación mental, resulta difícil y hasta peligroso intentar cuestionar estos valores. Por ejemplo, dudar de que la fe sea una virtud, como insistentemente predica la iglesia, puede llevar a confrontaciones radicales con quienes han hecho de la fe su principal y única "virtud". ¿Pero qué es en realidad la fe sino una obstinación ciega en creer en algo sin sentido solo por que sí? El mensaje persistente de la iglesia es: no pienses, no dudes, solo cree. Y el listón que adorna este curioso mensaje es que hacerlo te llena de virtud. 

El mecanismo es bastante simple: la Iglesia predica una historia acerca de Dios, Cristo y la humanidad, que es la historia que ellos han inventado convenientemente, tal como lo hace cualquier imperio, nación o gobierno con su propia historia, con toda una serie de hechos míticos y fantásticos de los más inverosímiles y absurdos, y finalmente te pide que creas ciegamente, sin pedir ninguna evidencia. Si lo haces eres un virtuoso. Por supuesto, no se puede llamar "enseñanza" a semejante barbaridad que no es más que un burdo acto de manipulación mental por parte de la iglesia, que busca preservar así su poder extendiendo su dictadura por más de dos milenios. 

Enfrentar ese poder milenario, ese mecanismo perverso de dominación mental, y sobre todo, a los pobres fanáticos ya convertidos en zombies de la fe, resulta peligroso. En mi experiencia personal he podido comprobar que los creyentes son los tipos más peligrosos que hay. Para empezar son todos unos perfectos ignorantes que no están a la altura de ningún debate inteligente. Solo tienen clichés de fe y citas bíblicas para responder, pero lo hacen con encendida pasión llegando no solo al insulto del peor calibre sino a la amenaza directa. No es pues cierto que la religión sea de paz y amor. Todo el que siente amenazada su fe y cuestionadas sus creencias reacciona virulentamente.

Pero el combate a la religión como un mecanismo perverso de dominación social nada tiene que ver con discusiones inútiles y bizantinas con creyentes fanáticos que no tienen ninguna educación. Hay que diferenciar estos niveles. El combate a la religión es de corte ideológico, filosófico y también científico. Existen muchas buenas razones para combatir las religiones. Y una de ellas es precisamente evitar la propagación de robots de la fe que parecen máquinas asesinas. 

¿Por qué combatir la religión? En primer lugar porque son, como ya dije, simples mecanismos de manipulación social. Pero a diferencia de otros, son los más perversos. La religión conduce al fanatismo porque se basa en un componente irracional como es la fe. Adoctrinar a las personas para que crean ciegamente en un mensaje, por más estúpido y aberrante que este sea, no es más que una manera muy eficiente de crear un ejército de idiotas que se comportarán como soldados robotizados sin reflexión, dispuestos a defender cualquier tontería si se la pide su líder, incluyendo asesinar o suicidarse, como ya ha ocurrido tantas veces. 

Todas las religiones están llenas de ideas aberrantes, cultos ridículos y normas de vida absurdas que carecen totalmente de sentido. Se obedecen porque son simples mandatos. Desde cumplir con ayunos severos y prolongados hasta soportar una vida llena de limitaciones, los creyentes se someten a una serie de prácticas rituales y tradiciones de vida que empobrecen su existencia real. Los católicos viven sin muchas restricciones pero soportan una serie de complejos de culpa, en especial las mujeres en cuanto se refiere a su vida sexual. Además los homosexuales están condenados por pervertidos.

Combatir la irracionalidad convertida en virtud tiene mucho sentido para mi. Es como liberar a las personas de una esclavitud mental, soltarlas de sus cadenas virtuales que las mantienen atadas a una serie de visiones fabulosas completamente irreales. Soy consciente de que esto es casi imposible, en particular con las personas que ya han sido infectadas con la fe. Pero es una lucha que debemos intentar por una cuestión de moral. 

Otra razón para combatir las religiones es impedir el empobrecimiento social. No hay virtud alguna en ser un pueblo de fe, como lo afirma el obispo. Por el contrario, se trata de un pueblo que ejerce un pensamiento mágico y sectario, que suele presentar muy serias dificultades para entender el mundo de otra manera que no sea religiosa. Y si uno desea tener una sociedad educada, dispuesta al estudio de la ciencia, no puede dedicarse a formar personas en un pensamiento irracional, que luego no será capaz de admitir otras visiones de la realidad y, peor aun, combatirá a la ciencia empezando por la siempre odiada teoría de la evolución. En mi experiencia personal como docente he vivido muy de cerca la dificultad para enseñar ciencia evolutiva en estudiantes de medicina en Chiclayo, una región que está plagada de superchería mística, mágica y religiosa, donde las iglesias de las más diversas denominaciones y los brujos son los que dominan el escenario. 

Luego de mi experiencia en Chiclayo, donde casi me linchan por enseñar evolución en la facultad de medicina, acabé convencido de que antes de enseñar ciencia, debemos combatir las religiones y demás formas de pensamiento irracional, místico y mágico que afectan la mente de la gente. No es una tarea fácil pero eso es lo que lo hace interesante.