domingo, 23 de octubre de 2016

Las causas de fe en la política


Nadie puede negar que la Iglesia Católica es el principal partido político del Perú. Tiene la militancia más grande, un cuerpo bien organizado y financiado, con nexos internacionales que no le llegan ni a los talones a cualquier otro partido u ONG. La ideología del cristianismo es tan maleable que se ajusta a cualquier cosa. Es como el peronismo argentino, pues abarca segmentos políticos que van desde la izquierda marxista (Teología de la Liberación) hasta la derecha más rancia y conservadora. Sin embargo, lo que prima en el Perú es una iglesia ultra conservadora con enormes poderes, cuyos tentáculos múltiples abarcan todo lo imaginable en el espectro social, económico, educativo y político. En este artículo nos ocuparemos de uno de sus caballitos de batalla internacional más importantes, que es la causa contra el aborto. 

Sincerando las cosas, hay que reconocer que la cuestión del aborto es en este momento básicamente una causa de fe, y en consecuencia va más allá de cualquier debate pretendidamente "científico" o jurídico puro. Toda argumentación que apele a la ciencia y a la ley no pasa de ser una burda farsa en busca de manipular los conceptos. Tanto el aborto como el matrimonio gay son causas en que la Iglesia Católica y demás congregaciones cristianas se han comprometido por entero. De manera que no estamos ante un debate racional ni meramente académico. Además, resulta inútil confrontarse con los dogmas de fe. Ni siquiera hay oportunidad de debatir porque todo argumento es respondido por los fanáticos de la fe con falacias de todo tipo y dogmas absolutistas, como la intangibilidad de la vida. Por último, los seguidores de Cristo se apoyarán en su número para exigir un referendum.

Deberíamos preguntarnos por qué les preocupa tanto el aborto a estas personas, incluso a hombres, como si les fueran a obligar a practicarse uno. ¡Pero si no es obligatorio! ¿Por qué meterse en la vida ajena? La única explicación es que son ovejas de la Iglesia acatando consignas. La gran mayoría son tan ignorantes que apenas pueden defender sus posturas apelando a mentiras y mitos. Nos atacan llamándonos abortistas, pro aborto, criminales, homicidas, feticidas, etc. Pero lo cierto es que nadie está a favor del aborto, para empezar. Nadie lo promueve. Eso sería ridículo. Todo lo que hacemos es defender la libertad de las mujeres para tomar sus propias decisiones, sin que otros le impongan una decisión arbitraria por consigna de fe, al margen de la realidad particular de cada mujer, cosa que a los fanáticos de la vida les tiene sin cuidado. Ellos tan solo idolatran al "no nacido" por seguir la pauta de la Iglesia acerca de "la vida otorgada por Dios y que solo Dios puede quitar". Pero ya es bastante conocido el afán de ciertas religiones anacrónicas emparentadas desde hace cinco mil años por controlar la sexualidad y maternidad de la mujer. Hoy aun persisten en ese empeño.

Tanto la izquierda marxista como la derecha eclesiástica han llegado a prostituir el Derecho para acomodarlo a sus propios conceptos e intereses. Hoy nos hablan de los derechos sociales, de los animales, de la madre tierra, del concebido, etc. Deberíamos volver al inicio de las cosas para ubicarnos correctamente porque a lo largo del tiempo muchas cosas han sido tergiversadas. Como sabemos, las cosas no solo evolucionan sino que también se pervierten, degradan y eventualmente mueren. Ese es el caso de los derechos en manos de la izquierda marxista y la derecha clerical. Los derechos les corresponden a los ciudadanos. Solo a los ciudadanos y nada más que a los ciudadanos. Los derechos son respetados y garantizados por el Estado ya que se trata de derechos del ciudadano frente al poder del Estado. Toda concepción de derechos fuera de este escenario es burda prostitución de conceptos. No existen pues derechos de los animales ni del concebido. Los derechos solo son aplicables a los ciudadanos y miembros de una comunidad ante el Estado.

Ser liberal significa -entre otras cosas- defender la vida, pero la vida de las personas que conviven en la sociedad, no de un ser intrauterino que no existe plenamente como persona y que, por tanto, carece de cualquier derecho, por más que los lunáticos de la vida quieran otorgarle la categoría de ser pleno y lleno de derechos. Eso es simplemente estupidez y fanatismo. No se apoya en ninguna realidad. El "no nacido", cualquier cosa que sea, sigue siendo parte del cuerpo de la mujer, aunque tenga un ADN propio, eso es irrelevante y no basta para calificarlo como "ser humano". Una cosa es "vida humana" y otra "ser humano". La vida está determinada por la biología, pero el ser es una cuestión filosófica. De todos modos es una discusión irrelevante y ociosa. Al final todo depende enteramente de la voluntad de la mujer porque el "no nacido" forma parte del cuerpo de la mujer, les guste o no, y, si naciera, su vida tendrá que depender de la mujer, por lo tanto, es la mujer y nadie más la que tiene pleno derecho a decidir sobre lo que acontece en su cuerpo y con su vida. Resulta francamente alucinante que cierta gente pretenda imponerle su voluntad a todas las mujeres.

Los derechos le pertenecen a las personas, no a los animales ni al medio ambiente ni al "no nacido". Ese truco jurídico de atribuirle derechos al concebido carece de sentido. Los derechos se ejercen siempre con obligaciones. No hay derechos por si solos -en abstracto- sin un sentido de existencia en una realidad social con la cual hay compromisos, y frente al poder del Estado que los garantiza en contrapartida. Los derechos son una construcción social entre ciudadanos y gobernantes. No crecen en los árboles ni salen de los genes. El derecho a la vida le corresponde a las personas en sociedad y quiere decir que el Estado no puede asesinarlos. No podemos hablar de "derechos" de algo que aun no existe en el mundo real y que está apenas en una etapa formativa dentro del cuerpo de una mujer. Equiparar los derechos del "no nacido" con los de la mujer o incluso ponerlos por encima de la mujer, es un absurdo jurídico monstruoso. No se pueden equiparar los derechos de una mujer que existe plenamente en el mundo, con los de un proyecto en formación dentro de su anatomía. Eso es ridículo. En todo caso, entre dos derechos habría que decidir por el más lógico y directo. O sea, habría que dejar que cada mujer tome su propia decisión respecto a lo que le atañe directamente. Y hay que protegerla en ello. Nadie tiene el derecho de entrometerse en su decisión para imponerle otra distinta por simple consigna de fe, desde el Estado. Por el contrario, esto sería un contrasentido jurídico, pues el Estado estaría atropellando los derechos de la mujer por defender entelequias místicas. Pero esto es lo que pasa cuando el Estado ha sido capturado por la Iglesia y el derecho obedece más a doctrinas de fe que a los intereses de los ciudadanos. 

También es un argumento fuerte el hecho de que nada va a detener los abortos, como de hecho no se ha logrado nada con su penalización, salvo poner en mayor riesgo la vida de las mujeres. Por tanto, no tiene ningún sentido seguir penalizándolo. Y ese argumentito ridículo de que "entonces se debería legalizar los homicidios porque no se pueden evitar" es bien cojo. Lo que se sanciona es lo que representa un peligro para la sociedad, que no es el caso del aborto. Se encierra a quienes son un peligro social, no es el caso de las mujeres. El peligro para la sociedad es que nazcan niños no deseados y que luego serán abandonados o crecerán en la orfandad. Mayor peligro representa penalizar el aborto obligando a las mujeres a arriesgar sus vidas en prácticas clandestinas. Eso es cerrar los ojos a la realidad para defender mitos de fe. Me parece bien que quieran defender sus mitos de fe sobre la vida pero no engañen a la gente con falacias y mucho menos vengan a llamarnos "abortistas" a quienes no seguimos su yihad antiaborto en busca de seguir sojuzgando a la mujer. 

Lo que la Iglesia debería hacer es predicar su doctrina en sus claustros y no entrometerse en la vida política ni tratar de capturar el Estado para pervertir el derecho. Si la gente está de acuerdo con los dictados de su Iglesia pues no hay nada que temer. No hace falta amenazar a todas las mujeres ni hacer cruzadas ni montar mitos ni hacer marchas. Los sacerdotes solo tienen que predicarle sus dictados a su grey y asunto resuelto. Que dejen de meterse en la política.

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