domingo, 20 de diciembre de 2015

Sabios que creen en Dios


"Si los científicos creen en Dios debe ser porque existe"

Muchos creyentes recurren a esta línea de argumentación cuando se les cuestiona sus creencias: "La persona X es muy inteligente (usualmente un científico o filósofo) y él cree en Dios. ¿Cómo puede él estar equivocado? En la psicología es muy conocido el efecto que causan las personas con rango de autoridad. Es una inclinación natural de la gente aceptar los puntos de vista de personas con autoridad. Es un rasgo antropológico seguir a un líder y acatar sus ideas. Incluso desde muy jóvenes estamos condicionados a responder a la autoridad de nuestros padres y somos educados en el acatamiento a la autoridad. Confiamos en que nuestros padres saben más que nosotros y que debemos hacer lo que dicen. Cuando entramos en la escuela, aprendemos a escuchar a nuestros maestros. En general, nuestras funciones en la sociedad están dirigidas en gran parte a seguir a las personas con autoridad. Pero además es un recurso bastante lógico y natural que cuando uno carece de información, tengamos que admitir aquella que se nos ofrece, y más aun cuando proviene de una "fuente confiable". En la sociedad moderna la ciencia y los científicos ocupan un lugar elevado en la escala de la estimación y admiración general. Por lo general confiamos en lo que dice alguien con etiqueta de "científico". De modo que no es raro apelar al argumento de autoridad para justificar nuestras creencias, cuando uno de estos personajes las comparte.

Lo importante en este caso es separar las cosas y no tenerlas mezcladas. Primero hay que saber diferenciar los conocimientos y las creencias. Alguien puede haber acumulado mucho conocimiento acerca de un campo específico, por ejemplo, del organismo humano, y por lo general se trata de una parte muy concreta del cuerpo como el cerebro, alcanzando el calificativo de "científico" o "neurocientífico". Muy bien. ¿Le da a alguien este conocimiento profundo acerca del cerebro la capacidad para conocerlo y entenderlo todo? Obviamente no. Nuestro neurocientífico tal vez no sabe nada de la historia de las religiones y de las diversas creencias surgidas a lo largo de la historia de la humanidad, y de cómo estas se han ido mezclando entre las culturas y los textos, por mencionar solo un campo. A pesar de conocer de cerca el funcionamiento cerebral, incluso es posible que ignore el funcionamiento mental, que es otro campo diferente. En suma, ser un científico por lo general relega a las personas a ser un especialista y conocedor de un campo muy cerrado. 

De otro lado, las ciencias naturales no tienen nada que ver con las ciencias humanas. Es decir, ser un científico por lo general se refiere al escenario de la realidad natural y física, más no a lo humano o cultural, que es un escenario completamente diferente. Estudiar los átomos y los tejidos nada tiene que ver con el conocimiento de las ideas humanas que han estado llenando el mundo cultural. Por eso mismo, un científico, que es un conocedor del mundo natural y físico no tiene por qué conocer ni entender los elementos que son propios del escenario cultural humano, en donde precisamente habita Dios. Hay un abismo de diferencia entre conocer el mundo real hecho de objetos físicos, y conocer el mundo de las ideas humanas donde solo existen conceptos y valores. No hay manera de estudiar del mismo modo las rocas que los conceptos. Por eso constituye un disparate que alguien afirme algo como "la ciencia no ha podido descifrar el amor o la poesía". No puede porque no es su campo. El amor y la poesía pertenecen exclusivamente al mundo cultural, hecho tan solo de ideas humanas transmitidas por el lenguaje. No existen en el mundo real. Y obviamente, las creencias y mitos que alimentan y sustentan las religiones pertenecen a esta categoría. Son solo fantasmas de nuestro mundo cultural humano.

No se le puede pues pedir a un científico naturalista ser un especialista de las ideas y conceptos humanos existentes en las culturas. Al contrario, el propio científico posee estas creencias y vive con ellas, sin que estas interfieran con sus conocimientos del mundo real. En nada afectan las ideas que sobre dioses o duendes tenga un científico sobre el resultado de sus ecuaciones o experimentos físicos. Pertenecen a dimensiones diferentes: unas están solo en su mente y otras están en el mundo físico que lo rodea. Un científico manipula los objetos del mundo físico pero es afectado por sus ideas, al punto que puede llegar a asumir una falsa interpretación del experimento que hace. Por ejemplo, Newton entendió perfectamente la relación de la masa y la fuerza de la gravedad y llegó a la conclusión de que estas leyes físicas eran la voluntad de Dios. 

De modo pues que a Newton hay que hacerle caso en lo que sabe mas no en lo que cree. A los científicos hay que seguirlos en los conocimientos de su especialidad pero no hay por qué acatar sus creencias, puesto que en ese campo son tan humanos como cualquiera. De modo que cuando un creyente saque a relucir a los científicos que creen en Dios como un argumento a favor de sus creencias, solo está cayendo en una trampa vulgar. Por lo demás vale la pena apuntar que en el último siglo han disminuido radicalmente la cantidad de científicos creyentes. 

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